Dice vivir en una vorágine total, con mucho agobio y ansiedad, pero eso no le impide subir de nuevo a los escenarios teatrales con la función La señora. A sus 70 años, Bibiana Fernández, nacida niño en Tánger, es todo un icono del compromiso y la igualdad, una mujer de infancia difícil que ha luchado duro por una carrera que incluye cine, teatro y televisión. Musa y amiga de Pedro Almodóvar, con el que ha trabajado en diversas películas, Tacones lejanos, Matador o La ley del deseo, Bibiana Fernández no piensa en la jubilación. La señora, dirigida por Pablo Quijano, se centra en una actriz legendaria ya retirada que vive marcada por una obra, Las criadas, de Jean Genet, que en su juventud nunca pudo representar por problemas con la censura y que ella nunca ha olvidado. Ahora sus hijos le animan a intentarlo. La función, un alegato a favor de la ficción como mejor aliciente para soportar la realidad, se representará en el Teatro Pavón, de Madrid, desde el 3 de julio al 4 de agosto.

Pregunta. 70 años y no para de trabajar. ¿La jubilación le queda lejos?

Respuesta. No me veo jubilada. Aunque es verdad que vivo momentos de mucha ansiedad y agobio, cuando llevo un mes en la playa ya estoy subida al cocotero, no veo el horizonte y el horizonte para mí es el trabajo. Veo a mi alrededor personas de mi edad en plena forma, como Miguel Rellán, Mick Jagger, que sigue corriendo por los escenarios, o Lola Herrera. Decía Carmen Martín Gaite cuando perdió a su madre y su hija en muy poco tiempo que le había salvado la curiosidad. Pues esto me lo aplico yo. A mí me salva la curiosidad, el hecho de saber que hay cosas nuevas por aprender, conocer gente diferente, trabajar con jóvenes. El tema es cómo vas a morir y a mí me gustaría que me pillara estando activa.

P. Entonces, ¿le fue fácil decir sí a este nuevo reto teatral?

R. Lo difícil es todo preámbulo de los ensayos, de cómo coger la esencia del personaje y de esos cinco minutos antes de salir en el que saldrías corriendo a la calle, pero una vez pisas el escenario eso desaparece. Además, esta obra me aleja de la comodidad y me resulta especialmente emocionante.

P. ¿Qué vio en La señora?

R. A una mujer que se debate entre dos mundos. Por un lado, Las criadas, de Genet, que fue una obra que a ella le censuraron y esto le permite volver y, por otro, el personaje de María que es una mujer alejada ya del teatro, asustada por la edad y que vive una especie de falsa realidad.

P. La función entra de lleno en la obsesión de una actriz retirada por cerrar un asunto del pasado. ¿La vida acumula muchos asuntos sin cerrar?

R. Yo no, yo cicatrizo muy bien, en lo profesional y en lo emocional. Las culpas tienen que ser compartidas. Uno no puede creer que las culpas siempre son de los demás porque si no, serías idiota. En las relaciones emocionales, hay muchos casos de mujeres que son víctimas porque son dependientes, pero no es mi caso porque yo me fui de mi casa a los 13 años y no volví nunca más. Pertenezco a una familia desestructurada y he atravesado muchos océanos, como los emigrantes, pero otro tipo de océanos. Me he subido a unas balsas que me han llevado a unos destinos que no tenía predestinados.

P. Es un texto que mira al pasado. ¿Usted lo hace?

R. El pasado lo tengo colocado como en una estantería, por géneros, drama, comedia, aventura, terror, suspense, pero sin ninguna nostalgia.

P. Es también un alegato de a favor de la ficción frente a la realidad. ¿Se vive mejor en la ficción?

R. Depende en qué momentos. Hice mi vida desde la ficción. Me siento un poco Matrix, porque yo tenía una vida real, mis padres separados, una portería, una abuela que se encargó de mi infancia, una familia cuyos miembros se mataban entre ellos, pero, en paralelo y a través del cine, descubrí un universo al que yo pertenecía. Tenía mi realidad y una realidad paralela que me permitió huir a la ficción para ser feliz.

P. Hablando de la vida real ¿qué opinión le merece el ascenso de la ultraderecha en Europa?

P. Tremendamente preocupante. Parece mentira que los seres humanos tengamos tan poca memoria, que no seamos conscientes de a donde nos han llevado los partidos de extrema derecha en nuestra historia más reciente. Yo empecé a trabajar en la dictadura de Franco. Echo de menos, a veces, el diálogo que existía en la transición, donde se sentaban en el Congreso Carrillo y Blas Piñar, Manuel Fraga y Dolores Ibarruri.

P. El nombre de Bibiana Fernández resuena a un icono de lucha y compromiso. ¿Está de acuerdo?

R. Me siento una persona muy normal, algo desequilibrada, porque vivo en un ambiente de ansiedad permanente. El compromiso ha sido conmigo misma, que no ha decaído, que siempre está despierto y abierto a los cambios. Me siento extraña en un mundo que ha perdido la cordialidad, donde cada vez hablamos menos y escuchamos menos. Pertenezco a una generación que sobrevivió en las calles, en el alcohol y las sustancias. Ahora, la gente si se droga se droga por teléfono, si folla lo hace por teléfono, todo a distancia.

El pasado lo tengo colocado como en una estantería, por géneros, drama, comedia, aventura, terror, suspense, pero sin ninguna nostalgia”

P. Se la ve como una bandera del movimiento LGTBI en España.

R. Cualquier movimiento que proporcione a cualquier ser humano un mínimo de libertad y felicidad, tendría que ser legítimo por excelencia. No puedo entender que los partidos más conservadores estén en contra de leyes como la de LGTBI, el aborto o la eutanasia, porque no obligan a nadie. Todo ello escapa a mi racionamiento. Nadie se levanta por las mañanas con el deseo de abortar, de salir del armario por vivir en una naturaleza en la que no se siente o de marcharte de este mundo libremente. Incluyo aquí también la ley de la amnistía. Si la derecha en España sube al poder, se beneficiará de esta ley de amnistía y no dará ningún paso atrás. El tema del referéndum se solventó mal políticamente y por ello nos encontramos con este marrón. Es verdad que se dijeron unas cosas distintas antes de las elecciones y eso no es coherente, pero que no sea coherente no significa que, a la larga, tanto unos como otros se vayan a beneficiar.

P. No exenta de polémicas, la Ley Trans que entró en vigor en marzo del año pasado. ¿Supone un avance importante?

R. No conozco en profundidad la ley y por ello no quiero opinar. Yo nunca quise ser una mujer trans, quise ser una mujer. Cuando yo empecé en esto no existían las mujeres trans.

P. ¿Qué queda de aquella persona, rara se definió usted una vez, nacida en Tánger en pleno franquismo?

R. Tánger me dio la posibilidad de vivir en una ciudad cosmopolita, llena de artistas, intelectuales y espías. Siempre me he sentido rara porque iba a contracorriente, también ahora. Todos cambiamos como todo, pero tengo un eje, una manera de ser, de pensar y de vivir que no ha cambiado nada.

Yo nunca quise ser una mujer trans, quise ser una mujer. Cuando yo empecé en esto no existían las mujeres trans”

P. ¿Se definiría como una superviviente?

R. Absolutamente. Cuando con tres o cuatro años estás jugando con una muñeca y la tiras al suelo como si fuera un demonio porque te mira alguien. ¿qué mirada recibiría de quien fuera para que tirara esa muñeca? Me fui acostumbrando a vivir en la adversidad. En la adolescencia me movía en territorios de arenas movedizas. No soy una persona sufridora, solo he sufrido con los amores porque soy una mujer muy apasionada, pero reivindico a todos mis amores por las cotas de felicidad que aportaron a mi vida. Ni el trabajo ni el dinero me ha aportado tanta felicidad como mis amores.

P. Si digo el nombre de Pedro Almodóvar, ¿qué siente?

R. Alegría. Pedro Almodóvar, para mí, es mucho más que ese grandísimo director que lo es. Es un compañero de camino al que amo.

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