Media docena de renombrados demócratas suenan como posibles sustitutos del presidente Joe Biden si la intención de algunos en el partido de forzar una retirada honrosa del candidato fructificara. Aunque la consigna por ahora es enterrar el debate sucesorio, el Comité Nacional Demócrata podría teóricamente aupar a otro candidato en la convención de Chicago en agosto: del control de daños depende en este lapso de tiempo que el pánico generalizado por los fallos cognitivos de Biden en el debate con Donald Trump se remanse o bien aboque a una sorpresa. Como denominador común, casi todos los nombres que se citan como eventuales recambios del aspirante a la reelección, de 81 años, sonaban ya en 2020, lo cual indica la limitada, o cuando menos perezosa, capacidad de renovación del partido.

Entre los candidatos obvios —la vicepresidenta Kamala Harris la primera, pero también Michelle Obama, más por aclamación popular que por probabilidades reales—, lógicos —gobernadores como Gavin Newson, JB Pritzker o Gretchen Whitmer— y tapados —algunos alcaldes jóvenes, como la de Boston, aún verdes—, la eventual sucesión de Biden supondría también el principio del fin de la gerontocracia, que también consume al Partido Republicano (Donald Trump tiene 78 años). Todos los posibles recambios son al menos una generación más joven que el presidente.

El proceso de elección de otro candidato sería extraordinariamente arduo y el presidente ha asegurado este viernes que sigue en la brecha. Si decidiera dimitir, no podría designar a su sucesor —lo que resta posibilidades a Harris— y la elección correspondería al Comité Nacional Demócrata. Las apuestas echan humo. Una reciente encuesta del semanario Politico revelaba que el 21% de los votantes demócratas apostaba por Harris como candidata para 2028. Otro 10% elegía a Newsom, gobernador de California, y al secretario de Transporte Pete Buttigieg, mientras que un abrumador 41% afirmaba no saber cuál sería la mejor opción a cuatro años vista.

Kamala Harris, vicepresidenta

Harris, de 59 años, podría considerarse la opción más lógica por su proximidad a Biden si sus índices de aprobación no estuvieran por los suelos. Según el agregador de encuestas FiveThirtyEight, la ex fiscal general de California tiene un índice de desaprobación del 49,4%. Pese a la citada encuesta de Politico, solo el 34% pensaba que una candidatura de Harris ganaría “muy probable” o “algo probablemente” las elecciones en 2028, mientras que el 57% aseguraba que un triunfo sería “no demasiado probable” o “nada probable”.

Cuatro años en la vicepresidencia, dedicada a cuestiones tales como la defensa de la salud reproductiva, pero con escasa visibilidad y repercusión —cuesta encontrar un titular dedicado a ella en los medios—, han quemado el cartucho de Harris. Uno de sus principales críticos, la columnista del Washington Post Kathleen Parker, llegó a pedir a principios de mes que Hillary Clinton la sustituyera en el tándem demócrata debido a la “competencia, o a la falta de ella” de la vicepresidenta. “Poner a Harris al frente no mejora mucho la candidatura, si es que la mejora”, escribía el viernes el portal The Hill.

Harris ha sido la primera vicepresidenta del país; también la primera mujer de ascendencia surasiática y la segunda negra en ser elegida para el Senado. Como el resto de posibles sucesores, a su favor juega la baza de la telegenia, y en su contra, varios errores públicos al inicio de su etapa en la Casa Blanca y lo que sus detractores tildan de ultraprogresismo. Harris optó el jueves por una mentira piadosa para definir la actuación del presidente en el debate: en declaraciones a la CNN, dijo que Biden tuvo un “comienzo lento” pero un “final fuerte”.

Gavin Newsom, gobernador de California

De 56 años, ha sido uno de los aliados más fieles de Biden en las elecciones de 2024. Newsom fue también el jueves el principal escudero de Biden en la sala de prensa tras el debate, en medio de un enjambre de cámaras. El controvertido gobernador de California, amado y odiado por igual y que sobrevivió a un ruidoso intento de destitución en 2021, declaró a MSNBC que el “pánico” por la actuación de Biden era “innecesario” y que “no se le puede dar la espalda por una [mala] actuación”.

Exalcalde de San Francisco, tal vez demasiado liberal para el resto del país —defiende firmemente todas las causas culturales: el aborto, los derechos LGTBI+ y el control de armas—, intenta desde hace meses construir un perfil nacional de cara a 2028, pero el agujero negro creado por el debate podría animarle a saltar al campo mucho antes. El año pasado, cuando aumentó la preocupación por la edad de Biden, los republicanos le acusaron públicamente de llevar a cabo una campaña “en la sombra” que le permitiría entrar en la carrera si el presidente se retiraba. Algunos demócratas se mostraron discretamente de acuerdo.

Durante la presidencia de Trump, Newson declaró a California líder de “la resistencia”. Su enfrentamiento directo con el gobernador de Florida, Ron DeSantis, con un acalorado debate en Fox News el año pasado, demostró que no le importa embarrarse. Sus correligionarios creen que su mayor obstáculo no es su liberalismo, sino los problemas de California: una crisis de personas sin hogar, un déficit multimillonario y un coste de la vida que los votantes achacan parcialmente al gobernador.

Josh Shapiro, gobernador de Pensilvania

Josh Shapiro, de 51 años, retuvo la gobernación del Estado bisagra o basculante de Pensilvania en las elecciones de medio mandato de 2022, superando los escasos márgenes de Biden en 2020 en ese Estado y derrotando a su adversario republicano, respaldado por Trump, por más de 14 puntos. Más de 20 años en el Capitolio estatal y seis años como fiscal general de Pensilvania le han granjeado fama y apoyos, por ejemplo tras ganar un acuerdo millonario a varios grupos farmacéuticos por su responsabilidad en la crisis de los opioides. Fue reelegido en 2020 con más votos que ningún otro político en la historia de Pensilvania, un Estado por el que Biden y Trump pelean abiertamente.

Las zonas de sombra de su trayectoria se deben, para los grupos ecologistas, a su apoyo a la industria del gas de esquisto, vital en la economía del Estado, y entre los demócratas de la facción progresista, a su ferviente apoyo a Israel. Shapiro, judío practicante, ha condenado el a su juicio creciente antisemitismo en los campus durante la oleada de protestas en solidaridad con Gaza. Según una encuesta de abril, tiene un 54% de apoyos en el Estado, incluido el del 29% de los republicanos inscritos.

Michelle Obama, ex primera dama

La ex primera dama, de 60 años, se ha mantenido alejada de la política desde que Barack Obama traspasó la presidencia a Donald Trump en enero de 2017. Por razones más personales que políticas —el matrimonio está volcado en su productora—, Michelle Obama rechaza dar el salto a la política nacional pese a su indudable popularidad, que aún conserva (en mucha mayor medida que otra ex primera dama demócrata, Hillary Clinton, que ya intentó llegar a la presidencia en 2016, sin suerte frente a Trump). El precedente de Hillary Clinton resta probabilidades a una candidatura de la esposa de Obama. La ex primera dama, sostienen los mentideros políticos, tampoco quiere hacer campaña públicamente por Biden por cómo trató la familia a Kathleen Buhle, íntima amiga suya, cuando esta se divorció de Hunter Biden, el atribulado hijo del presidente. Su reticencia a volver al primer plano no ha impedido que muchos demócratas apuesten por ella como candidata presidencial.

JB Pritzker, gobernador de Illinois

Pritzker, de 59 años, probablemente sería el candidato más fácil en este momento porque dispone de la fortuna necesaria para lanzar una campaña a la Casa Blanca, ya que es el heredero de la familia propietaria de una importante cadena de hoteles. “El anfitrión de la Convención [Nacional Demócrata], el gobernador de Illinois JB Pritzker, es la elección obvia. No tiene el bagaje de la vicepresidenta Kamala Harris ni el del gobernador de California, pero como multimillonario podría autofinanciarse de la noche a la mañana y comprar la nominación, evitando así una guerra civil en plena convención”, explicaba el viernes el estratega republicano Dennis Lennox. A diferencia de Pritzker, el resto de los nombres que se barajan, de Newsom a Shapiro o incluso el gobernador de Maryland, Wes Moore, carecen de su capacidad financiera.

Pritzker es tan polémico como Newsom. Como gobernador, firmó el año pasado una ley que eliminaba por completo el pago de una fianza en efectivo, dejando a los jueces la decisión de liberar o encarcelar a un sospechoso. Su familia ha invertido millones de dólares en causas de transexualidad, mientras él sancionaba proyectos de ley de educación con un plan de estudios sobre la identidad de género para niños de cinco años, y de bloqueadores hormonales a partir de los ocho.

Gretchen Whitmer, gobernadora de Míchigan

La gobernadora de otro Estado bisagra, de 52 años —recordada por el cierre de la economía en el Estado durante la pandemia, en abierto desafío a la Administración de Trump—, ha ascendido rápidamente en el escalafón de líderes demócratas conocidos. El año pasado creó un grupo político de alcance nacional para posicionarse de cara a 2028. Como Harris, Newsom y Pritzker, Whitmer no ha expresado su interés de dar un paso al frente y mantuvo su apoyo a Biden tras el debate.

En octubre de 2020 acaparó titulares cuando el FBI descubrió un complot de un grupo de simpatizantes trumpistas para secuestrarla. La política atribuyó el plan a la retórica incendiaria del republicano. Exsenadora, en las elecciones de medio mandato de 2022 contribuyó a enjugar la derrota de los demócratas al superar a su rival republicano por 11 puntos. Su victoria permitió a su partido recuperar el Congreso de Míchigan por primera vez en décadas.

Progresista, ha sancionado leyes sobre el control de armas y energías limpias. También ha aprobado populares recortes de impuestos a las pymes y las clases pasivas. Whitmer ya ha insinuado sus ambiciones a la Casa Blanca, emplazando a sus votantes a 2028. Según el portal The Hill, la candidatura ideal en caso de emergencia sería la de Whitmer y Shapiro, porque Biden está actualmente por detrás de Trump tanto en Míchigan como en Pensilvania, dos de los siete decisivos Estados bisagra.

Los demócratas progresistas, fuera del juego

La derrota esta misma semana en Nueva York del progresista Jamal Bowmaan, defensor de la causa palestina, a manos de un demócrata moderado financiado por lobbies proisraelíes puede suponer el canto del cisne de la facción más a la izquierda del partido. Saludados a finales de la pasada década como brotes verdes frente al envejecido establishment, los miembros del llamado Squad, con la congresista Alexandria Ocasio-Cortez a la cabeza, no parecen constituir ya un recambio para regenerar y rejuvenecer el partido. La derrota de Bowman es la primera de un miembro del Squad desde la formación de esta corriente informal contra Trump en 2018. Otros miembros del grupo son Ilhan Omar y Rashida Tlaib, ambas de origen árabe y muy críticas con el apoyo a Israel de Biden. La división en el seno de los demócratas por la guerra de Gaza se ha cobrado ya su primera víctima y restado fuelle a los progresistas.

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