Donald Trump ha protagonizado este sábado el último mitin antes del debate televisado que el próximo jueves le enfrentará a su rival demócrata, Joe Biden. Pero antes de dirigirse a Filadelfia, donde volvió a asegurar, falsamente, que ganó las elecciones en el Estado en 2020 —las perdió por siete millones de votos, de ellos unos 80.000 en cuatro Estados decisivos—, el exmandatario celebró una reunión en Washington con representantes de un segmento capital de su electorado: los cristianos conservadores. En un acto organizado por la Coalición Fe y Libertad, el expresidente y candidato republicano a la reelección se presentó como un adalid de la libertad religiosa y un mártir de los estadounidenses creyentes, al tiempo que denunciaba lo que describió como una persecución masiva de cristianos. “Tengo heridas por todas partes”, clamó en alusión a sus problemas legales, como si fueran estigmas.

El candidato soslayó sin embargo un asunto clave de la campaña, también en las filas demócratas: el derecho al aborto. Ante los entregados asistentes a la reunión de Washington, Trump, cuya vida privada no es precisamente un dechado de virtudes —a juzgar por los testimonios escuchados durante el reciente juicio por el caso Stormy Daniels, sobre el pago de un soborno a la actriz porno para acallar una aventura—, reiteró su postura de que las restricciones al aborto deben ser decididas por los votantes en cada Estado, no a nivel federal, lo que contradice la opinión de la mayoría de los cristianos conservadores.

“Hemos sacado el aborto del Gbierno federal y lo hemos devuelto a los Estados. El pueblo decidirá, y así es como debe ser”, dijo Trump, citado por la agencia Reuters, ante la asamblea cristiana. “Como [el republicano] Ronald Reagan, creo en las excepciones por la vida de la madre, como violación e incesto… Hay que ir con el corazón”, añadió el republicano, granjeándose los contados reproches de la sesión.

Trump se ha manifestado en escasas ocasiones durante la campaña sobre la interrupción del embarazo, consciente de lo sensible que resulta el asunto para los republicanos y, especialmente, para el nicho evangélico del electorado, con representantes tan destacados como el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson.

Trump ha dicho repetidamente que los republicanos se arriesgan a perder las elecciones si adoptan una postura demasiado tajante contra el aborto. De hecho, el modesto resultado que el partido cosechó en las elecciones de medio mandato, en noviembre de 2022, se ha atribuido a la decisión del Tribunal Supremo, que eliminó en junio de ese año la garantía constitucional del procedimiento. Desde entonces, la defensa del derecho al aborto por parte de Biden, reconocido católico, se ha convertido en uno de los principales puntos de su programa.

Mientras el demócrata pasaba el fin de semana preparando el debate del jueves, encerrado en la residencia veraniega de Camp David, Trump sí se explayó ante la audiencia confesional contra la inmigración, al denunciar y vilipendiar de nuevo a los migrantes, que, dijo, son “duros” y “vienen de las cárceles, y de muchos otros lugares”, asegurando que ha pedido a un amigo suyo que dirige el mayor campeonato de lucha del mundo, la creación de una liguilla de migrantes para que se peguen entre sí.

La mayor salva de aplausos fue para su propuesta de eliminar el Departamento de Educación, en el punto de mira de las guerras culturales. Desmantelar ese ministerio no figura solo entre sus medidas para reducir el Estado, un propósito incluido en el programa de transición denominado Proyecto 2025; también es una reivindicación de los cristianos más conservadores, que acusan a Washington de torpedear la educación basada en la fe. La decisión, esta misma semana, de Luisiana de exhibir los Diez Mandamientos en todas las aulas públicas indica la sensibilidad de esta corriente republicana.

A la caza del votante negro e hispano

Que Trump se vea obligado a cortejar, igual que Biden, hasta el último votante lo exigen las encuestas, tan tornadizas como volátiles. La última publicada, de NPR/PBS, arroja un empate del 49% de votos entre los dos candidatos si las elecciones se celebraran ahora. La media nacional de sondeos que establece FiveThirtyEight acaba de dar por primera vez este año una leve ventaja al demócrata, a rueda de su adversario durante meses. Por eso por la tarde Trump ha cambiado la audiencia mayoritariamente blanca y evangélica por un auditorio afroamericano, en su mitin en la Universidad de Temple, una zona históricamente negra de Filadelfia y tradicional feudo demócrata. Según el diario Philadelphia Inquirer, Trump logró en 2020 sólo el 5% de los votos en los distritos que rodean el campus, pero los votantes negros e hispanos representan más de la mitad de la población de Filadelfia, en el Estado de Pensilvania —uno de los basculantes o bisagra— y el republicano necesita arañar votos. Aunque tiene pocas probabilidades de ganar la ciudad, donde hace cuatro años arrasó Biden, algunos sondeos favorecen ahora a Trump entre esas dos minorías. Biden le saca ventaja, en teoría, entre los afroamericanos.

En el mitin del campus de Temple, se mofó sin hacer demasiada sangre de la reclusión de Biden en Camp David para preparar el debate del jueves; no dio ninguna pista acerca de su intervención y elogió a algunos candidatos presidenciales independientes o de terceros partidos, como el intelectual Cornell West y Jill Stein, del Partido Verde, porque quitan votos a los demócratas. A las puertas del campus, decenas de manifestantes anti-Trump con camisetas de sindicatos corearon “¡Enciérrenlo!”, en referencia al reciente veredicto por el caso Stormy Daniels.

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