Igual que el Estadio Santiago Bernabéu es la unidad de medida -centralista- para las infraestructuras, Warren Buffett es el patrón oro de los gestores de inversiones. ¿Quién está a la altura del Oráculo de Omaha? Los medios han hablado del Buffett francés (Vicent Bolloré), del Buffett inglés (Terry Smith) e incluso del Buffett español (Francisco García Paramés). Pero si hay un inversor que se merece esta comparación es el Buffett indio, que ha logrado superar incluso los resultados del original.

Rakesh Jhunjhunwala (nacido en Hyerabad, India, en 1960 y fallecido en 2022) es una leyenda dentro del mundo de la gestión de activos. El inversor empezó en Bolsa en 1985 con el equivalente a solo 420 dólares actuales, y los convirtió a lo largo de 37 años en 5.800 millones, lo que le transformó en uno de los hombres más ricos de su país.

Esta rentabilidad equivale a un retorno medio anual del 54%, un nivel de excelencia solo superado por el recién fallecido Jim Simons (66% de retorno medio en 30 años). Simons y su equipo lo lograron siendo los pioneros de la gestión cuantitativa y el uso de programas informáticos para detectar pautas de comportamiento e ineficiencias en los mercados. En cambio, el gestor indio lo hizo a la manera tradicional, comprando y vendiendo acciones.

Dos factores explican el que Jhunjhunwala no tuviera el reconocimiento de otros famosos inversores, como George Soros o Bill Ackman. El primero, que el gestor siempre operó en su país de origen, un mercado bursátil relativamente pequeño y muy alejado de los grandes centros financieros, como Nueva York y Londres. El segundo, que durante toda su carrera se dedicó a gestionar su propio patrimonio y nunca administró el dinero de otros.

Pero, ¿cómo fue posible que Jhunjhunwala obrara el milagro de los panes y los peces en un mercado como el indio? Durante las tres décadas y media que operó en la Bolsa india, el índice bursátil de referencia subió una media anual del 16%, un retorno que él triplicó holgadamente. De acuerdo con sus colaboradores más cercanos, la característica que le hizo triunfar fue un acertado optimismo, que le permitió hacer y sostener arriesgadas apuestas en algunos momentos en que el resto de inversores estaban de salida.

Rakesh nació en una familia de clase media india, hijo de un inspector de impuestos. Desde muy joven se habituó a escuchar en casa conceptos financieros. Eso le llevó a estudiar contabilidad, lo que le otorgó unas bases teóricas para iniciarse en el mundo de la Bolsa.

Una de sus primeras inversiones, cuando aún estaba en la universidad, fue la compra de unas acciones de la compañía TATA Tea. El inversor indio las adquirió a 43 rupias y en solo tres meses las vendió por 143 rupias. Estas primeras ganancias le animaron a seguir investigando sobre estrategias de inversión y mercados financieros. Para 1989, solo cuatro años después de sus primeras inversiones, ya había ganado más de 2,5 millones de rupias.

Una de las características de su inversión es que solía ir a contracorriente. Al igual que hacen los seguidores de la filosofía de inversión en valor, seleccionaba acciones que veía muy infravaloradas. Su planteamiento consistía en estudiar los fundamentos de la empresa y entender por qué el mercado le había dado la espalda. En su caso, además, añadía una capa de tendencias y análisis técnico, y un componente macroeconómico de sus inversiones, lo que lo aleja de los más puristas del value investing.

La mayoría de los títulos bursátiles que compró, no solo recuperaron los niveles previos, sino que se revalorizaron mucho más. Esto hizo que apodaran a Jhunjhunwala en la India como el Gran Toro. Una referencia a la acepción inglesa que se da los mercados alcistas –bull market– frente a las fases de caídas bursátiles –bear market, mercados oso-.

Uno de sus mejores momentos fue entre 2003 y 2006, cuando el índice de referencia de la Bolsa india, el Sensex, casi multiplicó por cuatro su valor. “Creo que nunca me dejo llevar por la euforia, ni por el pánico, sino que siempre he sido capaz de ser muy racional y analizar con objetividad las compañías en las que invierto”, explicaba el inversor a un programa de la CNBC.

Entre las empresas en las que Rakesh Jhunjhunwala invirtió quizás la más importante fue Titan Company, una empresa pionera en el sector joyero indio. Su inversión le reportó unos beneficios impresionantes gracias a su rápida expansión. Desde que entró en su accionariado, en 2002, los títulos se revalorizaron un 8.100%.

El inversor estadounidense Monish Pabrai explicaba en unas recientes conferencias que la operación con Titan Company explicaba muy bien la forma de operar de Rakesh. En 2003 tomó un 6% de la compañía. Aunque se revalorizó mucho, en 2011 duplicó su participación. En esta ocasión, pagó 20 veces más por las acciones que en la primera ocasión, “hay poca gente que psicológicamente pueda hacer algo así, lo normal sería seguir pensando en el precio original y pensar que se habían encarecido demasiado, pero a él no le importó, y fue un acierto”. Al cabo de dos décadas de inversión, los 3,4 millones de dólares se habían convertido en 1.400 millones de dólares.

Rakesh Jhunjunwala realizaba sus operaciones a través de su propia gestora de activos, Rare Enterprises (una combinación de su nombre y el de su mujer, Rekha).

Durante la última década, el magnate indio había empezado a diversificar su cartera, incluyendo varias inversiones en activos inmobiliarios. Compró varios apartamentos en un edificio situado en una de las zonas más lujosa de Bombay (Malabar Hill). En 2021 lo demolió y construyó su propio edificio de 12 plantas como residencia familiar.

Una de sus últimas operaciones fue la adquisición de una compañía aérea de bajo coste, Akasa Air, en la que llegó a tener el 46% del accionariado. Precisamente, una de sus últimas apariciones fue la presentación en sociedad de la aerolínea, unos meses antes de su muerte.

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