El pulso de cambio se impuso este domingo en Cataluña. Y lo hizo por partida triple. Los socialistas lograron por primera vez una victoria en votos y en escaños en unas elecciones autonómicas. Los partidos independentistas se quedaron sin la mayoría que han ostentado desde el comienzo del procés. Y la oleada de derechización que recorre Europa desembarcó también por todo lo alto con un PP fortalecido, Vox pisándole los talones y con la extrema derecha independentista pidiendo paso con la entrada en el Parlament de Aliança Catalana. El debate de la amnistía, que ha agriado hasta el límite la política española, ha tenido el efecto contrario en Cataluña, ya que ha desactivado el independentismo y ha finiquitado lo que quedaba del procés sin darle a las derechas un papel clave en la formación de Gobierno. Con todo, las alianzas para constituir el nuevo ejecutivo no serán sencillas y el ganador, Salvador Illa, tendrá que emplearse a fondo si quiere formar gobierno. Sin mayoría independentista Illa tendrá el reto de recoger el apoyo de la izquierda, tanto de la diezmada Esquerra Republicana como de Comunes Sumar. Otra opción sería un muy improbable gobierno con Junts. O el que se abría paso a última hora de ayer: un pacto con los comunes buscando abstenciones de otros partidos. Si no lo consigue, el fantasma de la repetición electoral volverá a asomar por el horizonte.
El Partit dels Socialistes (PSC) fue el gran ganador de la noche al lograr conjurar una victoria tanto en votos como en escaños que se le había resistido incluso cuando gobernó la Generalitat de la mano de Pasqual Maragall y José Montilla. Salvador Illa consiguió 42 de los 135 escaños del Parlament, nueve más que en las últimas elecciones y un sólido 28% de los votos. Los socialistas consiguieron concentrar el voto de la izquierda, atrayendo votantes de los comunes y rascando incluso en el descalabro que sufrió Esquerra Republicana. Illa tendrá la responsabilidad de intentar formar un gobierno en primera instancia, pero no lo tendrá fácil. Tendrá que vencer muchísimas reticencias, especialmente en ERC. Los socialistas edificaron su contundente victoria en un gran resultado en las ciudades más pobladas. En su comparecencia ya como ganador, Illa destacó que tras 45 años de historia del PSC ha ganado por primera vez en votos y escaños. Se centró en destacar que Cataluña “abre una nueva etapa” y que los catalanes han decidido influidos “por muchos factores”, de los que destacó “las políticas seguidas por el Gobierno de España y su presidente, Pedro Sánchez”, con los indultos a los condenados por le procés primero y con la amnistía, después. Quiso marcar distancias con la etapa que se cierra. Lo dijo asegurando que el nuevo ciclo “será para todos los catalanes, piensen lo que piensen, hablen la lengua que hablen y vengan de donde vengan”.
Lo que no hizo Illa es dar pistas sobre qué tipos de acuerdos buscará a partir de ahora. Tiene tres vías para llegar a la presidencia. La primera, más evidente, sería el pacto de izquierdas. Si ERC se niega a ello podrá explorar uno con Junts. Y hay una tercera opción que sería conseguir un acuerdo con los comunes primero y, después, lograr una abstención de otras fuerzas, comenzando por el PP. Sería una variante de lo que los socialistas hicieron el pasado junio en Barcelona, donde consiguieron la alcaldía a base de sumar los votos de los comunes y del Partido Popular para, posteriormente, gobernar en solitario.
Lo que dejó claro Illa es que se presentará a la investidura a la presidencia de la Generalitat algo que no hizo, por ejemplo, Inés Arrimadas cuando en 2017 Ciudadanos logró ganar las elecciones. Con ello, el líder del PSC quiso dar la señal que no sucumbirá a las presiones del independentismo para que renuncie a su victoria y a la presidencia a cambio de que Junts siga apoyando al gobierno de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados.
El segundo gran titular de la noche, la pérdida de la mayoría absoluta de los independentistas, se produjo sobre todo por el descalabro de Esquerra Republicana, el partido que ha gobernado la Generalitat los últimos cinco años. Pero el hundimiento no beneficia mucho a sus rivales de Junts per Catalunya, que lo fio todo al efecto Puigdemont y no ha sido capaz de sacarle todo el partido a la situación. El expresidente huido de la justicia española ha conseguido revitalizar a su partido con una campaña hiper personalista, pero solo ha sumado cuatro escaños a los 32 que consiguió en las últimas elecciones. Con el 21,6% de los votos, los de Puigdemont pueden exhibir el trofeo de volver a liderar el espectro independentista, pero se quedan muy lejos de poder articular una mayoría para continuar con el proceso independentista. Junts se impuso con claridad en las provincias menos pobladas -Lleida y Girona- pero flaqueó en Tarragona y, directamente, pinchó en Barcelona, especialmente en las ciudades más pobladas, donde los de Puigdemont quedaron a menudo en tercera o cuarta posición.
En su comparecencia, un Puigdemont con un perfil muy bajo, felicitó a Salvador Illa por su victoria. Destacó que Junts es la única fuerza independentista que ha crecido en votos y en escaños. Con todo reconoció que esto “no es suficiente” para ganar las elecciones y “menos para comenzar la caída de las otras dos candidaturas independentistas”. “Ha habido una movilización unionista como consecuencia de la estrategia de la españolización de la campaña”. Sobre alianzas dijo que intentará formar un gobierno independentista, aunque los números no dan para ello. Emplazó a ERC a abrir negociaciones para sumar sus diputados. Lo que no dijo es que para lograr una eventual investidura necesitaría de la abstención como mínimo de los socialistas, algo implanteable en las filas del PSC como Illa se encargó de dejar claro pocos minutos después.
Puigdemont se jugaba mucho en las elecciones de este domingo, también a nivel personal. En un intento desesperado de movilizar a la militancia, el líder de Junts aseguró que dejará la política si no consigue ser investido presidente. De ahí que ahora tenga que obtener la presidencia de la Generalitat por la vía que sea si no quiere incumplir la palabra dada.
El gran perdedor de la noche fue el presidente catalán, Pere Aragonès, y su partido. Esquerra solo logró retener 20 de los 33 escaños que tenía y perdió más de 180.000 votos. La aventura de presidir la Generalitat apenas habrá durado una legislatura para los republicanos. Aragonès dejó claro que se plantea la dimisión. “Asumiremos responsabilidades después de hacer una lectura de los resultados”. Lo dijo en plural, como si en esta reflexión también estuviera incluido el presidente del partido, Oriol Junqueras, que en sus círculos de confianza no oculta sus aspiraciones a volver a liderar en el futuro una nueva candidatura a la Generalitat.
El análisis que hizo el dirigente republicano es que los ciudadanos no solo han dicho “no” a sus políticas al frente de la Generalitat, sino también a su colaboración con el Gobierno central en Madrid. “La ciudadanía ha dicho que le toca a otro liderar la nueva etapa”. Y señaló para ello a quienes han hecho “oposición al gobierno republicano”. “Corresponderá al PSC y a Junts gestionar la nueva etapa”, dijo. Con ello parecía señalar el camino a un acuerdo entre los dos grandes partidos, un pacto que ha sido negado de forma muy reiterada durante la campaña electoral tanto por Salvador Illa como por parte de Carles Puigdemont. La posibilidad que se abriría sería que ERC se ofrezca a llegar a acuerdos con el PSC si se constata el bloqueo total de las negociaciones con Junts. Y es que todos los grandes partidos dejaron claro que el bloqueo y unas nuevas elecciones no serían muy negativas para Cataluña. Lo que tendrá que estudiar hoy la ejecutiva del partido, además de las eventuales dimisiones, es si cambia la estrategia.
La tercera gran tendencia de la noche fue la derechización del Parlament. El Partido Popular se disparó de tres a 15 escaños y logró comerse literalmente los restos de Ciudadanos en la comunidad que vio nacer al partido naranja. Lo que no logró el PP fue rebajar el peso de Vox. Los de Ignacio Garriga y Santiago Abascal mantuvieron los once escaños que ya tenían e incluso sumaron casi 30.000 votos más. El candidato del PP, Alejandro Fernández, destacó su subida. Sin embargo, el PP solo tendrá un papel en el Parlament si no hay suma del tripartito de las izquierdas y si hay una improbable triangulación como la que se registró en Barcelona. La euforia sí fue dominante en los cuarteles generales de Vox. Ignacio Garriga, en un discurso que parecía dedicado básicamente al PP resumió: “Vox se queda, Vox crece”, e intentó atribuirse el liderazgo de la oposición a socialistas e independentistas.
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