Siete años atrás ya lo habían advertido los científicos en un estudio publicado en Science: el cambio climático afectará los movimientos a gran escala del aire y el agua en la atmósfera. “Y esto es importante, porque esos patrones determinan en gran medida dónde llueve o dónde es árido, en términos generales”, señaló en su momento la científica climática de la NASA, Kate Marvel. Ahora otro estudio confirma estos hallazgos y da una explicación.

A medida que el planeta se calienta debido a los niveles cada vez mayores de gases de efecto invernadero, la precipitación global neta aumentará porque una atmósfera más cálida retiene más humedad. Pero ese aumento no será uniforme y probablemente se concentrará en los trópicos. Y como las temperaturas más altas también aumentan la evaporación, es probable que otras áreas, como las ya secas zonas subtropicales, se sequen aún más.

Pero qué regiones son húmedas y secas también está determinado por la ubicación de los principales cinturones o corredores de lluvia de la Tierra. La posición de estos cinturones, a su vez, está vinculada a la del llamado ecuador térmico (el anillo alrededor del centro del planeta donde las temperaturas superficiales son más altas). Y la ubicación de ese ecuador se ve afectada por el equilibrio de temperaturas entre los hemisferios norte y sur.

Debido a que el hemisferio norte tiene más masa continental, se está calentando más rápido que el hemisferio sur y, como sugieren los estudios científicos, esto podría empujar el ecuador térmico hacia el norte y, junto con él, esos cinturones de lluvia.

Así llegamos al presente y a un nuevo estudio, publicado en Nature y liderado por We Liu, de la Universidad de California. El análisis del equipo de Liu predice que las emisiones de carbono desenfrenadas obligarán a que las lluvias tropicales se desplacen hacia el norte en las próximas décadas, lo que tendría un profundo impacto en la agricultura y las economías cercanas al ecuador de la Tierra. Básicamente, llegarían a la latitud 40º, precisamente donde se encuentre gran parte de España.

Las regiones tropicales a ambos lados del ecuador, como las naciones de África central, el norte de América del Sur y los estados insulares del Pacífico, entre otras regiones, serían las más afectadas. Los principales cultivos que se cultivan en los trópicos incluyen café, cacao, aceite de palma, plátanos, caña de azúcar, té, mangos y piñas.

Sin embargo, el desplazamiento hacia el norte durará sólo unos 20 años antes de que fuerzas mayores derivadas del calentamiento de los océanos del sur empujen las zonas de convergencia hacia el sur y las mantengan allí durante otro milenio, señala el estudio.

Las zonas de convergencia intertropical son áreas a lo largo o cerca del ecuador donde los vientos alisios de los hemisferios norte y sur se encuentran y se disparan hacia las elevaciones más frías, absorbiendo grandes volúmenes de humedad de los océanos. A medida que este aire húmedo se enfría en las elevaciones más altas, se forman nubes de tormenta, lo que da lugar a tormentas torrenciales. Las selvas tropicales pueden tener hasta 4.200 mm de lluvia al año, aunque la media es de unos 2.800.

La precipitación media en España es de unos 650 mm, mientras que la parte «húmeda» de España aumenta hasta unos 1.000 mm y las regiones semiáridas llegan a tan solo 300 mm. Eso significa que España, en promedio, casi cuatriplicará la cantidad de lluvia que recibe actualmente. Y esto tendrá un impacto profundo en los cultivos, pero también en la infraestructura de las ciudades, en el turismo y en la economía a gran escala. El hecho de que esto dure “solo” 20 años hace que la adaptación sea aún más compleja.

“El cambio en las precipitaciones es muy importante – concluye Liu-. Una pequeña modificación provocará grandes cambios en la agricultura y la economía de las sociedades. Afectará a muchas regiones. Nuestro modelo intentó simular el mundo real. En el modelo, podemos aumentar nuestras emisiones de dióxido de carbono desde niveles preindustriales a niveles mucho más altos”.

Lo que no analizó el estudio es el flujo de las corrientes marinas, principalmente las del norte, a la hora de condicionar las lluvias. Algo que podría afectar aún más los ciclos de lluvia.

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