Hay coincidencia en el diagnóstico e, incluso, en el objetivo: impulsar la integración financiera para lograr más fácilmente la ingente cantidad de dinero que la economía europea deberá invertir si no quiere quedarse atrás respecto de Estados Unidos y China. Pero, nada más comenzar, empiezan a surgir diferencias sobre el camino a seguir. Los países más pequeños de la Unión se muestran reticentes por temor a verse engullidos por los más grandes y aparecen los problemas. Eso es lo que ha pasado en el Consejo Europeo este jueves, cuando Luxemburgo, Irlanda, Estonia y otra decena de Estados, sobre todo los más pequeños, han presionado para rebajar la ambición en las conclusiones de la llamada a un regulador bursátil centralizado o a una armonización del impuesto de sociedades.

El objetivo principal de esta cumbre extraordinaria era poner en la agenda de la UE para los próximos años la meta de mejorar la competitividad. En las últimas décadas, Europa ha perdido terreno frente a Estados Unidos y China. Apunta Enrico Letta, en su informe sobre el futuro del mercado único, que de 1993 a 2022 el PIB per cápita al otro lado del Atlántico ha crecido un 60% frente a un 30% en esta orilla. El ex primer ministro italiano ha presentado su estudio, encargado por el propio Consejo, a los líderes de la UE este jueves. En él, plantea propuestas para integrar más el mercado único . ”No hay tiempo que perder, la brecha entre la UE y EE UU es cada vez más grande”, ha declarado Letta a su llegada.

En las 147 páginas del documento, el italiano pone el foco sobre los mercados de telecomunicaciones, de defensa o de sanidad. Pero donde fija más su atención es en la Unión del Mercado de Capitales, un proyecto que lleva varado 10 años en los pasillos de Bruselas. Para impulsarlo, lanza algunos datos demoledores: las familias europeas tienen ahorrados unos 33 billones de euros, pero la UE, en cambio, no saca todo el potencial inversor de ese activo y ve como cada año salen 300.000 millones hacia Estados Unidos en busca de rentabilidad.

Con ese proyecto, para el que Letta plantea cambiar su nombre a Unión de Ahorros e Inversiones, lo que debería lograr Europa es canalizar inversión hacia el sector privado. Eso pasa, según sus propuestas, por una regulación que ayude a poner en el mercado productos de ahorro comunitarios (fondos de pensiones), armonizar normas y regulaciones (quiebras, impuestos, propiedad intelectual), estimular la creación de una Bolsa de grandes valores tecnológicos europeos (similar al Nasdaq estadounidense) o darle más poder al supervisor bursátil.

De forma vaga, varias de estas propuestas estaban planteadas en las conclusiones del Consejo Europeo para este jueves. Pero aquí ya han comenzado a aparecer los problemas que llevan años frenando el proyecto de la unión de capitales. “La queremos, pero también que respete las preocupaciones de los Estados miembros. No queremos que se armonicen nuestras leyes sobre el impuesto de sociedades, y creo que hay cuestiones muy importantes sobre los mecanismos de supervisión y la forma de conseguir un equilibrio adecuado”, ha declarado el nuevo primer ministro irlandés, Simon Harris. “Somos un país pequeño y no tenemos muchas ventajas competitivas, por favor, no nos quiten las pequeñas ventajas que tenemos”, ha pedido la mandataria estonia Kaja Kallas, en referencia a su sistema fiscal. Igual que ellos, el primer ministro de Luxemburgo, Luc Friede, ha mostrado sus reticencias hacia la centralización de la supervisión bursátil. Teme el pequeño país centroeuropeo que si las competencias se concentran en París, donde está ahora ese supervisor (ESMA), el grueso del sector se traslade allí.

No están solos estos tres países. Hay más. Varias fuentes apuntan a una decena larga de países que tienen recelos de la centralización de la supervisión bursátil, que tiene como valedor principal a Francia. De hecho, apunta el Financial Times este jueves que el miércoles hubo una reunión de los países a los que menos gusta este proyecto: Austria, Eslovenia, República Checa, Bulgaria, Chipre, Malta, Irlanda y las tres repúblicas bálticas (Lituania, Estonia y Letonia).

Italia, Países Bajos, Polonia o España se encuadrarían en el grupo de países más partidarios de avanzar con decisión. A Madrid, en este punto, le gusta la propuesta que recoge Letta en su informe de una supervisión con dos niveles, como sucede ahora en el sector bancario: una de ámbito comunitario que0 se encarga de las entidades más grandes y significativas; y otra que queda en el ámbito nacional.

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