El mundo cambia a pasos agigantados y la educación, como cualquier otro sector, no puede quedarse atrás. La transformación digital acelerada por la pandemia supuso todo un obstáculo, pero también un reto y una oportunidad, porque la tecnología impregna ya todos los ámbitos de la sociedad: “Se ha producido un cambio muy claro en la concienciación pública. Los temas educativos se han colocado en el centro del debate y ha quedado claro que la educación necesita innovar. Pero la innovación no solo tiene que ver con la tecnología; también con la metodología, la formación de los profesores y con encontrar nuevas maneras de hacer las cosas”, afirma Pablo Gonzalo, responsable global de conocimiento y cultural digital de la Fundación Telefónica. Junto a IE University, South Summit y Fundación La Caixa, impulsan enlightED, la conferencia internacional de educación, tecnología e innovación que se celebra cada año en Madrid.

Un encuentro de expertos y pensadores que, en pasadas ediciones, ha analizado aspectos tan reveladores como las brechas en innovación educativa o la necesidad de fomentar las habilidades digitales en alumnos y docentes. El nuevo currículo, construido en torno a un modelo competencial; la formación del profesorado; el papel de la tecnología; y las competencias (tecnológicas o no) que serán cada vez más necesarias protagonizan esta conversación con Pablo Gonzalo que se celebró, como no, por videoconferencia.

Pregunta. ¿Qué lecciones y desafío dejó la pandemia en la educación?

Respuesta. Uno de los cambios más relevantes tiene que ver con qué enseñamos y cómo lo enseñamos. La educación se enfrenta a un mundo donde lo que tú aprendes ahora ya no te valdrá dentro de 10 años, y cambiar a un modelo competencial te va a enseñar a resolver problemas y a tener la capacidad de enfrentarte a los retos que te surjan; y eso es una innovación clave. Porque ahora no se trata solo de formarse durante toda la vida, sino de que la formación que adquieras te sirva para afrontar muchos cambios. Por ejemplo, el aprender a aprender; ser capaz de integrar información y tener una conciencia crítica que te valga para no creerte todo lo que ves en internet. Y luego, en un mundo donde no sabemos en qué vamos a trabajar, tenemos que formarnos en las competencias intrínsecamente humanas, porque todas aquellas que no lo sean, a medio y muy largo plazo, las van a hacer las máquinas.

P. ¿Tendrá este cambio un impacto relevante en el futuro laboral de las personas?

R. Yo creo que es básico, porque antes a lo mejor cambiábamos tres o cuatro veces de trabajo y ahora, según algunos expertos, se calcula que una persona normal cambiará 20 o 30 veces. Y para eso, una formación basada en competencias es clave. Una formación que te enseña a trabajar en equipo y en remoto, con gente distinta de ti, de distintas culturas, como muchos de los trabajos que se están generando ahora. Sin olvidar otra que también trabajamos mucho: la competencia emprendedora. Inculcar a los estudiantes las habilidades necesarias para emprender, no solo como empresarios o como líderes de sus propias empresas, sino también dentro de una administración pública o una empresa privada.

P. ¿Por qué es importante introducir la tecnología en las escuelas, y hacerlo además a edades tempranas?

R. La importancia de introducir el conocimiento de la programación o el pensamiento computacional desde los inicios tiene que ver con la necesidad de comprender el mundo en el que vivimos. Mucha gente dice: “Yo soy muy digital, porque estoy con el móvil todo el rato, tengo redes sociales, navego por internet, juego a videojuegos online… Y eso es peligroso, porque significa ser un consumidor pasivo de lo digital. Y nosotros lo que queremos es que nuestros niños y niñas sean ciudadanos activos en el mundo digital, conscientes y críticos. Y para eso, tú tienes que conocer el lenguaje que se usa en el mundo digital; tienes que saber que detrás del sistema operativo hay un código; o que detrás de las redes sociales hay un algoritmo que es el que decide lo que ves y lo que no, para que seas capaz de elegir y decir “esto me gusta” y “esto no me gusta”.

Por todo eso, nosotros insistimos en que no solo hacen falta programadores, ingenieros informáticos o expertos en datos; también abogados, médicos y docentes que sean digitales. Y sí, es verdad que resulta más fácil hacerlo cuando se dispone de más medios, pero hay millones de recursos gratuitos a los que pueden acceder los colegios. Uno de ellos es CODE.org, pero hay muchos más.

P. Se habla mucho del papel de la inteligencia artificial en la educación…

R. Es difícil analizar el papel de una sola tecnología. Al final, la inteligencia artificial puede ser poder contar con una plataforma para trabajar con tus alumnos y que te ayude a personalizar la clase en función de las necesidades individuales de cada alumno, para que puedas aprovechar más el tiempo. En vez de estar dándote paseos por la clase para ver cómo avanzan, la plataforma te puede decir exactamente qué problemas tiene cada uno y dónde les puedes apoyar.

La tecnología te permite analizar la experiencia educativa, pero también masificarla y enriquecerla: no es lo mismo que un profesor de Historia te esté contando cómo era el Imperio Romano a través de un texto que si se lleva a toda la clase a la Roma antigua gracias al empleo de gafas de realidad virtual.

P. ¿Es factible conseguir ese grado de implantación de la tecnología en el aula?

R. La tecnología, en realidad, es lo fácil, porque cada vez está más presente y va a ser más barata y accesible. Lo difícil, donde realmente está el reto de futuro, es que los docentes sean capaces de tener la suficiente formación y competencias digitales para integrar esa tecnología de forma efectiva en sus clases; esa es la piedra angular de todo. Y que ahora, en este mundo híbrido en el que vivimos, sean capaces de mantener un equilibrio adecuado entre la parte tecnológica y la presencial. Porque la pandemia también ha puesto de manifiesto el valor que tiene la comunicación de tú a tú, la comunidad, el diálogo entre los alumnos en la clase… Todas esas dinámicas de presencialidad en la escuela no se van a perder, porque tienen muchísimo valor.

P. La formación del profesorado, ¿es un desafío o un obstáculo?

R. Es un desafío, pero ya ha dejado de ser un obstáculo. A veces nos da la sensación de que se pone toda la presión en el profesor; y si algo va mal es porque el profesor o la profesora no se quieren digitalizar, no se modernizan… Y eso es un poco injusto, porque al final la mayoría de ellos hacen su trabajo lo mejor posible, igual que cualquier otro profesional. Y no hay que olvidar que las posibilidades de formación que te da la tecnología, facilitando la masividad y la personalización, valen tanto para estudiantes como para docentes. Ahora tenemos la capacidad de formar a profesores a través de formación online mucho más fácilmente que antes y de una forma mucho más económica y más eficiente. Yo creo que eso también se está aprovechando.

P. ¿Sigue siendo igual de imprescindible tener un título para acceder al mercado laboral?

R. No lo es. Y yo creo que no deberíamos obsesionarnos con el título, sino más bien con el aprendizaje y la formación. Y te pongo un ejemplo que tengo muy cercano. En Telefónica hay áreas que tienen que ver con la tecnología donde se contratan perfiles muy técnicos para los que no piden títulos, porque este ha dejado de ser una información relevante para determinados puestos. Para evaluar la capacidad y las competencias de la persona, es mucho mejor en estos casos una entrevista de trabajo en la que se le plantee la resolución de un problema técnico donde demuestres tu competencia. Si la has adquirido en una escuela que te ofrece un título, pues perfecto; vas a conseguir tu trabajo. Pero si esa misma competencia técnica la has obtenido de manera informal, aprendiendo por tu cuenta, en varias escuelas diferentes, en una escuela de programación o en un bootcamp, y resuelves el problema igualmente, pues el puesto de trabajo también es tuyo, aunque no tengas un título.

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