Solo sé que no sé nada”. El día que leí en la prensa que la filosofía desaparecía de la Educación Secundaria Obligatoria, ESO, casi empiezo a llorar. Pero, no; dejé las lágrimas para otros menesteres y opté por llamar por teléfono a mi padre, físico de carrera, matemático de profesión y un erudito. Pero por encima de todo es mi padre. La persona que me ha enseñado a pensar y a reflexionar a golpe de filosofía y matemáticas. Las estanterías de nuestra casa familiar, están repletas de libros, más bien tomos, de ambas disciplinas.

El autor de esa célebre frase es Sócrates; el mismo que nos enfrenta a nuestros propios prejuicios con otra célebre frase, el reconocimiento de la propia ignorancia es el camino hacia la sabiduría. Así que, cuando no entiendo el mundo que me rodea ni a las personas que habitan en él, la mujer de cincuenta más un año -así una servidora se autoengaña y cree que no ha sobrepasado el medio siglo de vida- se convierte en una niña en busca de respuestas

– Papá, ¿cómo es posible que haya tantas personas que tienen el dinero como su principal valor? Siento compasión

Y, ¡cómo no!, me mata con su respuesta. «Que no te den pena, no son conscientes». Ignorantes, y vuelvo a Sócrates, de su propia realidad. Me sigue dando pena, debe ser cosa de la edad.

Así que ahora cuando, en plenas Hogueras de San Juan, el Gobierno valenciano, en un pleno en mi ciudad, amplía hasta cuatro las horas semanales de matemáticas para todos los alumnos de secundaria me alegro y mucho. ¿Acaso se puede vivir sin reflexionar sobre la propia existencia, sobre la justicia o sobre la verdad?. De eso va la filosofía. ¿Acaso se puede vivir sin la precisión, el rigor, la abstracción o sin discernir lo esencial de lo accesorio? De eso van las matemáticas.

Pues eso, que la educación no se limita a decir por favor y gracias, es todo mucho más profundo, y las aulas sin una gran presencia de matemáticas y filosofía convierten a los alumnos en analfabetos funcionales y en personas incapaces de plantearse ni mucho menos afrontar los dilemas de la propia existencia.

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