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La sensación de futuro secuestrado lo impregna todo. No hay solución a la vista para los grandes problemas internacionales, ni en los escenarios de guerra ni en lo relativo a un combate eficaz frente al cambio climático o el deterioro de los sistemas democráticos. La desazón se extiende también a cuestiones más micro, las que, por valernos de una expresión muy manida, “preocupan a la gente”. La proximidad de las elecciones europeas hará que cobren más visibilidad y, si no se reacciona, alimenten lo que ya parece un giro inevitable hacia un considerable aumento del voto a partidos de extrema derecha. Un buen ejemplo a este respecto es la actual discusión francesa en torno a la violencia en las escuelas e institutos.
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